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Mostrando entradas de agosto, 2017

el día del Eclipse

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21.8.17   el día del eclipse. Uno se levanta como todos los días, pero resulta que hay un eclipse anunciado. Ha causado mucho revuelo, aunque aquí en el norte de México será parcial. Aún así, las personas han escrito tontería y media.   Me siento como en la Edad Media. Lo cierto es que no se puede ver el sol sin la protección adecuada.   Llego a la escuela como todos los días. Algunos chicos ya tienen su vidrio especial para ver el sol.   Al ir a la escuela de música una joven traía una obsidiana. No sé si se puede realmente ver a través de eso, pero le daremos el beneficio de la duda. Entro a clases, saludo. ¿Por qué están empeñados en utilizar el celular en clase? ¿Acaso me ven que yo lo uso mientras enseño o pongo música?   No entiendo esa manera de ser. Supongo que eso de poder estar en mil cosas a la vez se puede aplicar a los jóvenes de hoy, pero los accidentes causados por el uso del teléfono contradicen esa teoría.    Pido que cada uno elija un cuadro de algún

Las pasas

La rutina sabatina. Ir por agua, comprar verduras y algún mandado para la comida. Lo que hacemos todos en este pueblo aledaño a la capital. Entre más tarde vayas, se acumula la gente en el  abarrotes y la verdulería. Todo se da por sentado. La existencia de víveres, el poder adquisitivo.   Para muchos es el descanso familiar. Una carnita asada.  Vasos, platos y botellas  de plástico que vivirán miles de años en estas tierras.    Las cosas son como son y los cambios son tan pequeños! Señoras que escogen la fruta y la verdura tratando de ahorrar. Yo buscando chile verde para mi caldo de queso.  Volteo, y en ese espacio reducido, me topo con una mirada. Sí,  porque la mirada es la que tengo guardada en mi mente. No el atuendo pobre y sucio, ni el pelo rizado y corto. La mirada y dos bolsas de pasas en la mano. "¿Compra pasas?, a diez pesos".  No necesito pasas, pero su mirada me inquietó. ¿ De dónde viene? Quizá de algún viñedo cercano. En su bolsa seguro trae más.  Yo decido co

Las historias

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Las historias que te vienen a la mente no tiene orden cronológico, no tienen espacio ni sentido.   A   mí me ocurren cuando lavo, cuando barro y trapeo, cuando lavo los trastes, incluso cuando me baño. Otras veces alucino mientras manejo. No son complejas sino prolijas.   Algunas son simples fantasías que no irán más allá de mi cabeza, por más lindas y generosas que sean, como esas de que alguien habla para dejarte una herencia o te sacaste el Melate y bueno, a estas alturas de mi vida, ustedes saben que no necesito mucho para ser feliz: un café con leche en la mañana, cualquier ropa que ponerme, cama donde descansar, una computadora e internet, por supuesto, tampoco se crea que soy   asceta   ni anacoreta,   ni pertenezco a las carmelitas descalzas. Si no ¿Cómo escribiría estas tonterías y me enteraría de muchas otras que ustedes cometen?   El asunto es que, como venía comentando, de repente en el alucine de ser una millonaria absolutamente inmerecida, por obra y gracia de